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sábado, 24 de diciembre de 2011

TESTIGOS DE JEHOVÁ UNGIDOS QUE YA ESTÁN EN EL CIELO DÓNDE ESTÁN SUS CUERPOS

En su primera carta a los Corintios, Pablo plantea una pregunta sobre la primera resurrección: “¿Cómo han de ser levantados los muertos? Sí, ¿con qué clase de cuerpo vienen?”. Él mismo da la respuesta: “Lo que siembras no es vivificado a menos que primero muera [...]; pero Dios le da un cuerpo así como le ha agradado, [...] la gloria de los cuerpos celestes es de una clase, y la de los cuerpos terrestres es de una clase diferente” (1 Corintios 15:35-40).

Estas palabras indican que los cristianos ungidos con espíritu santo tienen que morir antes de recibir la recompensa celestial. Su cuerpo terrenal vuelve al polvo (Génesis 3:19). En el momento designado por Dios resucitan con un cuerpo apropiado para vivir en los cielos (1 Juan 3:2). Dios también les concede inmortalidad, una cualidad que no es innata en ellos, como si se les hubiera infundido una supuesta alma inmortal. “Esto que es mortal tiene que vestirse de inmortalidad”, explica Pablo. La inmortalidad es un don de Dios del que ‘se visten’ quienes reciben la primera resurrección (1 Corintios 15:50, 53; Génesis 2:7; 2 Corintios 5:1, 2, 8).

Solo 144.000 se benefician de la primera resurrección. Jehová comenzó a elegirlos en el Pentecostés del año 33, poco después de haber resucitado a Jesús. Todos ellos llevan “escritos en sus frentes el nombre de [Jesús] y el nombre de su Padre” (Revelación 14:1, 3). Por lo tanto, no son elegidos de entre distintas religiones. Todos son seguidores de Cristo y todos portan con orgullo el nombre del Padre, Jehová. Cuando resucitan, se les asigna una tarea en los cielos. La expectativa de servir a Dios de forma tan directa los llena de emoción.¿Ha empezado ya? ¿Cuándo se produce la primera resurrección? Hay pruebas sólidas de que ya ha empezado. Comparemos, por ejemplo, dos capítulos de Revelación. Empecemos por el 12, donde leemos que el recién entronizado Jesucristo, junto con sus santos ángeles, combate contra Satanás y sus demonios (Revelación 12:7-9). Como se ha señalado muchas veces en esta revista, dicha batalla comenzó en 1914. Observe, sin embargo, que no se dice que en esta guerra celestial esté con Cristo ninguno de sus seguidores ungidos. Vayamos ahora al capítulo 17. Allí leemos que, tras la destrucción de “Babilonia la Grande”, el Cordero vencerá a las naciones, y que “también, los llamados y escogidos y fieles que con él están lo harán” (Revelación 17:5, 14). Si “los llamados y escogidos y fieles” han de estar con Jesús cuando se derrote definitivamente al mundo de Satanás, tienen que haber resucitado antes. Por eso, es lógico concluir que los ungidos que mueren antes de Armagedón son resucitados en algún momento entre 1914 y Armagedón.

¿Podemos determinar con mayor precisión el comienzo de la primera resurrección? Hallamos una pista interesante en Revelación 7:9-15, donde se narra la visión del apóstol Juan de “una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar”. La identidad de esta gran muchedumbre le fue revelada al apóstol por uno de los veinticuatro ancianos, y estos ancianos representan a los 144.000 coherederos con Cristo ya en la gloria celestial (Lucas 22:28-30; Revelación 4:4). El propio Juan abrigaba la esperanza celestial, pero como todavía era un hombre en la Tierra cuando el anciano habló con él, en el contexto de la visión Juan debe representar a los ungidos que aún están en la Tierra y no han recibido la recompensa celestial.

¿Qué conclusión extraemos del hecho de que sea uno de los veinticuatro ancianos quien le revele a Juan la identidad de la gran muchedumbre? Que, según parece, los resucitados del grupo de los veinticuatro ancianos participan en transmitir verdades divinas hoy día. ¿Por qué es importante esto? Pues bien, a los siervos ungidos de Dios en la Tierra se les reveló quiénes son realmente los que forman la gran muchedumbre en el año 1935. Si se utilizó a uno de los veinticuatro ancianos para comunicar tan importante verdad, este tuvo que haber recibido la resurrección celestial a más tardar ese año. Lo anterior indicaría que la primera resurrección comenzó en algún momento entre 1914 y 1935. ¿Es posible precisar aún más? Llegados a este punto, convendría analizar lo que pudiera considerarse un paralelo bíblico. Jesucristo fue ungido como el futuro Rey del Reino de Dios en el otoño del año 29, y tres años y medio más tarde, en la primavera de 33, fue resucitado como un poderoso espíritu. ¿Pudiéramos deducir de esto que, puesto que Jesús fue entronizado en el otoño de 1914, la resurrección de sus fieles seguidores ungidos empezó tres años y medio después, es decir, en la primavera de 1918? Es una interesante posibilidad. Si bien no es demostrable directamente con la Biblia, está en armonía con otros textos que indican que la primera resurrección se inició poco después de que comenzara la presencia de Cristo. (1 Tesalonicenses 4:15-17)
 
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