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viernes, 26 de octubre de 2012

¿Discriminaba la Biblia a la mujer?

http://www.jw.org/es/publicaciones/revistas/wp20120901/respeto-por-la-mujer/

MIENTRAS Jesús estuvo en la Tierra, reflejó a la perfección la personalidad y la forma de actuar de su Padre celestial. “No hago nada por mi propia iniciativa; sino que hablo estas cosas así como el Padre me ha enseñado”, explicó. Y añadió: “Yo siempre hago las cosas que le agradan” (Juan 8:28, 29; Colosenses 1:15). Así pues, si queremos hacernos una idea de lo que Dios piensa de las mujeres y de cómo desea que las traten, nada mejor que analizar el ejemplo de Jesús.
Diversos estudiosos de los Evangelios han concluido que la actitud de Jesús hacia la mujer es, como mínimo, innovadora. ¿En qué sentido? Y más importante aún, ¿es posible que sus enseñanzas tengan algún efecto liberador en las mujeres de la actualidad?


Cómo trató Jesús a las mujeres

◆ Jesús no las consideraba objetos sexuales.
   Para muchos líderes religiosos judíos, las mujeres eran una peligrosa fuente de tentaciones y cualquier contacto con ellas podía llevar a la lujuria. De ahí que les prohibieran hablar con  hombres en público o salir sin cubrirse la cabeza. Sin embargo, Jesús nunca insinuó que había que excluirlas de la vida social. Más bien, enseñó que los hombres tenían que controlar sus deseos carnales y tratarlas con respeto (Mateo 5:28).

En otra ocasión dijo: “Cualquiera que se divorcie de su esposa y se case con otra comete adulterio contra ella” (Marcos 10:11, 12). Obviamente, Jesús no concordaba con la idea rabínica tan común entonces de que los hombres podían divorciarse “por toda suerte de motivo” (Mateo 19:3, 9). La mayoría de los judíos tenían un concepto equivocado del adulterio. No creían que un hombre fuera adúltero por acostarse con una mujer que no fuera su esposa. Según los rabinos, solo las mujeres eran infieles, nunca los hombres. Como explica cierto comentario bíblico, “Jesús, al poner al esposo bajo las mismas obligaciones morales que su esposa, elevó el nivel y la dignidad de la mujer”.

Beneficio para las mujeres actuales:
   En las congregaciones de los testigos de Jehová, las mujeres se relacionan con los varones seguras de que no las mirarán de forma inapropiada ni las tratarán con excesiva familiaridad. Los hombres cristianos se esmeran por tratar “a las mujeres de más edad como a madres, a las de menos edad como a hermanas, con toda castidad” (1 Timoteo 5:2).

◆ Jesús dedicó tiempo a instruirlas.
   Los rabinos de aquel entonces abogaban por mantener a las mujeres en la ignorancia. En contraste, Jesús dedicó tiempo a enseñarles la verdad y las animó a expresar lo que pensaban. Además, no creía que hubiera que relegarlas a trabajar en la cocina. Lo demostró cuando en cierta ocasión no le negó a María la oportunidad de aprender (Lucas 10:38-42). Y las respuestas bien pensadas que Marta —la hermana de María⁠— dio a Jesús tras la muerte de Lázaro revelan que ella también sacó provecho de las enseñanzas cristianas (Juan 11:21-27).

Jesús se preocupaba de educar a las mujeres.
   La mayoría de las judías de su tiempo daban mucho valor a tener un hijo que se convirtiera en alguien importante, sobre todo un profeta. Por eso, cuando una mujer le dijo “feliz es la matriz que te llevó”, él aprovechó para enseñarle que es más valioso ser obedientes a Dios (Lucas 11:27, 28). Así demostró que las mujeres tenían tareas más importantes que las que les imponía la tradición (Juan 8:32).

Beneficio para las mujeres actuales:
   En la congregación cristiana, los comentarios de las mujeres durante las reuniones son muy bien recibidos. Los maestros respetan a las mujeres con madurez cristiana que, en público y en privado, son ejemplares, “maestras de lo que es  bueno” (Tito 2:3). También cuentan con ellas para anunciar las buenas noticias sobre el Reino de Dios (Salmo 68:11; véase el recuadro  “¿Prohibió el apóstol Pablo que hablaran las mujeres?”, en la página 9).

◆ Jesús valoraba a las mujeres.
   En tiempos bíblicos se valoraba más a los hijos varones. El propio Talmud decía: “Dichoso del que tiene hijos varones, y desdichado del que tiene mujeres”. Una hija era una pesada carga para algunos padres: tenían que encontrarle cónyuge y pagar la dote, y no podían contar con que los cuidara en su vejez.

En cambio, Jesús valoraba tanto la vida de una niña como la de un niño. Tal como resucitó al hijo de la viuda de Naín, resucitó a la hija de Jairo (Marcos 5:35, 41, 42; Lucas 7:11-15). En otra ocasión curó a una mujer que sufría debido a “un espíritu de debilidad desde hacía dieciocho años”. Hasta la llamó “hija de Abrahán”, una expresión casi desconocida en los escritos judaicos (Lucas 13:10-16). Con este apelativo digno y cariñoso demostró que, además de reconocer a las mujeres como miembros plenos de la sociedad, respetaba su profunda fe (Lucas 19:9; Gálatas 3:7).

Beneficio para las mujeres actuales:
   Según cierto dicho asiático, criar una hija es como regar el jardín del vecino. Sin embargo, el padre cristiano amoroso no se deja llevar por esa forma de pensar. Al contrario, cuida bien de todos sus hijos, sean niños o niñas, y se asegura de que reciban la educación y la atención médica debida.
María Magdalena anunciando la resurrección de Jesús a los apóstoles

Jesús le confió a María Magdalena la tarea de anunciar su resurrección a los apóstoles

◆ Jesús confiaba en las mujeres.
   En los tribunales judíos, el testimonio de una mujer valía tan poco como el de un esclavo. De hecho, el historiador del siglo I Josefo decía: “No valdrá el testimonio de mujeres por la frivolidad y temeridad propias de su sexo”.

¡Qué diferente fue Jesús! Él eligió a mujeres para que anunciaran su resurrección (Mateo 28:1, 8-10). Es interesante que, aunque estas fieles mujeres habían presenciado la ejecución y el entierro de su Señor, hasta a los apóstoles les costaba creer lo que ellas decían (Mateo 27:55, 56, 61; Lucas 24:10, 11). Sin embargo, al escoger como primeros testigos de su resurrección a unas mujeres, Jesús probó que las consideraba tan dignas de ser sus testigos como a cualquier otro discípulo (Hechos 1:8, 14).

Beneficio para las mujeres actuales:
   Los varones que tienen responsabilidades en la congregación cristiana muestran su consideración a las mujeres tomando en cuenta lo que tengan  que decir. Los esposos, por su parte, honran a sus esposas escuchándolas con atención (1 Pedro 3:7; Génesis 21:12).

Los principios bíblicos hacen más feliz a la mujer

Hombre abriendo una puerta a una mujer

◆ Quienes siguen los principios bíblicos respetan y tratan con dignidad a las mujeres

Quienes imitan a Cristo dan a la mujer la libertad y el respeto que Dios se había propuesto para ella cuando la creó (Génesis 1:27, 28). Los esposos cristianos no promueven actitudes machistas. Más bien, se guían por principios bíblicos que hacen más felices a sus esposas (Efesios 5:28, 29).

Cuando Yelena empezó a estudiar la Biblia, sufría en silencio el trato duro e insensible de su esposo. Él se había criado en un entorno violento, donde eran comunes el rapto de la novia y el maltrato físico de la mujer. “La Biblia me dio fuerzas —explica ella⁠—. Aprendí que había un Dios que me amaba de verdad, me valoraba y se preocupaba por mí. Me di cuenta de que mi esposo podía cambiar si él también estudiaba la Biblia.” Este sueño suyo por fin se hizo realidad cuando, con el tiempo, su esposo se bautizó y se convirtió en testigo de Jehová. “Pasó a ser un ejemplo de autodominio —dice Yelena⁠—. Y ambos aprendimos a perdonar.” Ella reconoce lo siguiente: “Los principios bíblicos han contribuido a que me sienta más querida y protegida en mi matrimonio” (Colosenses 3:13, 18, 19).

El caso de Yelena no es una excepción. Hay millones de cristianas como ella que son felices porque, junto con sus esposos, se esfuerzan por aplicar los principios bíblicos en su relación de pareja. Además, reciben consuelo y se sienten respetadas y libres entre sus hermanos en la fe (Juan 13:34, 35).

Todos los cristianos —tanto hombres como mujeres⁠— reconocen que son imperfectos y pecadores y que son parte de la creación “sometida al fracaso”. Sin embargo, están convencidos de que, acercándose a su amoroso Dios y Padre, Jehová, serán liberados “de la esclavitud de la corrupción” y disfrutarán de “la gloriosa libertad de los hijos de Dios”. ¡Qué maravillosa perspectiva para los hombres y mujeres que están bajo el cariñoso cuidado de Dios! (Romanos 8:20, 21, La Biblia de Nuestro Pueblo.)

Fuente(s):

La Biblia.

◆ Sitio oficial de los Testigos de Jehová.(Gratuito)
http://www.jw.org

◆Artículo disponible también en formato de audio gratuitamente:

http://www.jw.org/es/publicaciones/revistas/wp20120901/respeto-por-la-mujer/



INFORMACION ADICIONAL:

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http://www.jw.org/es/publicaciones/revistas/wp20120901/ministras-religiosas-testigos-de-jehov%C3%A1/


Tertuliano, teólogo del siglo III, afirmó que la mujer es “la puerta del diablo”. Y hay quienes, Biblia en mano, la presentan como inferior al hombre. Por ello, muchos creen que las Escrituras justifican la discriminación femenina.

Elizabeth Cady Stanton, una de las primeras defensoras de los derechos de las ciudadanas estadounidenses, sostenía esta opinión: “La Biblia y la Iglesia han sido los mayores obstáculos en el camino de la emancipación de la mujer”. Con referencia al Pentateuco, los primeros cinco libros de las Escrituras, decía: “No conozco otro libro que preconice [o promueva] tan plenamente el sometimiento y la degradación de las mujeres”.

Aunque la mayoría de la gente no adoptaría hoy posturas tan extremistas, un buen número sigue opinando que ciertos pasajes bíblicos respaldan tal discriminación. ¿Estarán en lo correcto?

La mujer en las Escrituras Hebreas

“Tu deseo vehemente será por tu esposo, y él te dominará.” (Génesis 3:16.) Según los críticos, esta sentencia de Dios autoriza al hombre a avasallar a la mujer. Ahora bien, esta no es una declaración del propósito divino, sino una descripción exacta de las tristes consecuencias que tendría el pecado y el rechazo de la soberanía del Creador. Tales atropellos no se deberían a la voluntad de Dios, sino a la imperfección del ser humano después de su caída. En efecto, aunque en muchas culturas el marido ha tenido dominada a la esposa, frecuentemente con mano dura, este no era el propósito de Dios.

Tanto Adán como Eva estaban hechos a la imagen del Creador, quien les había impuesto el mismo mandato: ser fructíferos, llenar la Tierra y dominarla. Para ello, tendrían que trabajar en equipo (Génesis 1:27, 28). Es obvio que ninguno tiranizaba al otro. Génesis 1:31 dice: “Vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!, era muy bueno”.

¿Qué puede decirse de otros relatos bíblicos? En ocasiones se limitan a exponer los hechos, sin indicar el criterio de Dios. Por ejemplo, el caso en que Lot ofreció sus hijas a los sodomitas se narra sin comentarios ni juicios morales por parte de Dios (Génesis 19:6-8).*

En realidad, Dios detesta todo tipo de explotación y abuso (Éxodo 22:22; Deuteronomio 27:19; Isaías 10:1, 2). La Ley de Moisés condenaba la violación y la prostitución (Levítico 19:29; Deuteronomio 22:23-29), así como el adulterio, el cual sancionaba con la muerte a ambas partes (Levítico 20:10). Lejos de discriminar a la mujer, la elevaba y la protegía contra las vejaciones habituales en países vecinos. En efecto, la esposa hebrea capaz era muy respetada y valorada (Proverbios 31:10, 28-30). La culpa de que los israelitas no siguieran las leyes divinas y a veces denigraran a la población femenina la tenían ellos, no Dios (Deuteronomio 32:5). Al final, él juzgó a la nación y la castigó por su flagrante desobediencia.

A diferencia de muchos de sus contemporáneos, Jesús trató con respeto a la mujer

¿Es la sumisión una forma de discriminación?

En toda sociedad es necesario que haya un orden para su buen funcionamiento. Tiene que existir una autoridad, pues la única alternativa sería el caos, y “Dios no es Dios de desorden, sino de paz” (1 Corintios 14:33).

El apóstol Pablo explica qué orden debe imperar en la familia: “La cabeza de todo varón es el Cristo; a su vez, la cabeza de la mujer es el varón; a su vez, la cabeza del Cristo es Dios” (1 Corintios 11:3). Salvo Dios, todos se someten a una autoridad superior. ¿Acaso sufre discriminación Jesús por estar subordinado a un cabeza? Por supuesto que no. De igual modo, el hecho de que la Biblia encargue al hombre la dirección de la congregación y la familia no rebaja a la mujer. Ambas instituciones requieren que él y ella cumplan sus respectivas funciones con amor y consideración (Efesios 5:21-25, 28, 29, 33).

Jesús siempre trató con respeto a las mujeres. Por ello, se negó a aplicarles las normas y costumbres discriminatorias de los fariseos, e incluso conversó con varias que no eran judías (Mateo 15:22-28; Juan 4:7-9). Asimismo, aceptó a unas cuantas como discípulas (Lucas 10:38-42). Además, con sus enseñanzas las protegió contra el abandono conyugal (Marcos 10:11, 12). E hizo algo que probablemente fuera el paso más revolucionario para su época: incluyó a mujeres en su círculo de amistades más allegadas (Lucas 8:1-3). Dado que Jesús es un fiel reflejo de las cualidades de Dios, manifestó que a los ojos del Creador ambos sexos tienen el mismo valor. De hecho, el don divino del espíritu santo lo recibieron por igual los primeros discípulos y discípulas (Hechos 2:1-4, 17, 18). De esta manera, fueron ungidos para ser reyes y sacerdotes con Cristo en el cielo. Cuando resucitan para cumplir con su cometido, deja de haber distinción de sexo (Gálatas 3:28). Es patente, por lo tanto, que Jehová, el Autor de la Biblia, no discrimina a la mujer.

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La Biblia.

http://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/102005806


http://es.answers.yahoo.com/question/index?qid=20120820164909AAHJLFg


Enlace no activo:
http://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/120000462

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http://www.jw.org/es/publicaciones/revistas/wp20120901/ministras-religiosas-testigos-de-jehov%C3%A1/

Pablo explicó: “No permito que la mujer enseñe, ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que esté en silencio. Porque Adán fue formado primero, luego Eva” (1 Timoteo 2:12, 13).

En otras palabras, el orden en que Dios creó a la primera pareja indica en quién quería él delegar la labor de enseñanza y superintendencia.

También, en su carta a la congregación cristiana de Corinto, Pablo escribió: “Como en todas las congregaciones de los santos, las mujeres guarden silencio en las congregaciones, porque no se permite que hablen” (1 Corintios 14:33, 34). A fin de entender correctamente estos consejos, nos será útil examinar el contexto en el que se dieron.

En el capítulo 14 de su primera carta a los Corintios, Pablo analizó asuntos relacionados con las reuniones de la congregación cristiana: qué temas deberían tratarse en ellas y cuál era la forma apropiada de dirigirlas (1 Corintios 14:1-6, 26-34). Asimismo, enfatizó su objetivo: “que la congregación reciba edificación” (1 Corintios 14:4, 5, 12, 26).

La orden de Pablo de guardar silencio aparece tres veces en este capítulo, y cada una de ellas va dirigida a un grupo diferente dentro de la congregación, pero siempre con la misma finalidad: para que “todas las cosas se efectúen decentemente y por arreglo” (1 Corintios 14:40).

En primer lugar, Pablo dijo: “Si alguno habla en una lengua, limítese esto a dos o tres a lo más, y por turno; y que alguien traduzca. Pero si no hay traductor, que guarde silencio en la congregación y hable consigo mismo y con Dios” (1 Corintios 14:27, 28). Con esto no quiso decir que tal persona nunca podría hablar en las reuniones, sino que habría momentos en los que debería permanecer callada. Al fin y al cabo, si hablara en una lengua que nadie entendiera, no se lograría el objetivo de las reuniones, a saber, fortalecerse mutuamente.

En segundo lugar, Pablo indicó: “Hablen dos o tres profetas, y los demás disciernan el significado. Pero si hay una revelación a otro mientras está sentado allí, que el primero calle”. Estas palabras no implicaban que el primer profeta tuviera que abstenerse de hablar en las reuniones, pero sí que en ocasiones tendría que guardar silencio. De ese modo, el que estaba teniendo la revelación milagrosa podría dirigirse a la congregación, y se cumpliría así con el propósito de las reuniones, el cual era que “todos recib[ieran] estímulo” (1 Corintios 14:26, 29-31).

Por último, dirigiéndose únicamente a las mujeres cristianas, Pablo dijo: “Las mujeres guarden silencio en las congregaciones, porque no se permite que hablen, sino que estén en sujeción” (1 Corintios 14:34). ¿Por qué razón dio este mandato? Para mantener el orden en la congregación. Él añade: “Pues, si quieren aprender algo, interroguen a sus propios esposos en casa, porque es vergonzoso que una mujer hable en la congregación” (1 Corintios 14:35).

Quizás algunas hermanas refutaban lo que se decía en la congregación. El consejo de Pablo las ayudaba a evitar tal actitud rebelde y a aceptar humildemente su posición según el principio de autoridad dado por Jehová, en particular con relación a sus esposos (1 Corintios 11:3). Además, al guardar silencio, las hermanas demostrarían que no aspiraban a ser maestras en la congregación. Cuando escribió a Timoteo, Pablo dejó claro que sería impropio que una mujer asumiera el papel de maestra: “No permito que la mujer enseñe, ni que ejerza autoridad sobre el hombre, sino que esté en silencio” (1 Timoteo 2:12).

¿Significa esto que las cristianas jamás deben hablar en las reuniones de congregación? No. En tiempo de Pablo hubo ocasiones en que algunas cristianas, quizás impulsadas por el espíritu santo, oraron o profetizaron en la congregación. En esos momentos, ellas reconocían su posición cubriéndose la cabeza (1 Corintios 11:5).* Es más, tanto en los días de Pablo como en la actualidad, se insta a hermanos y hermanas por igual a hacer declaración pública de su esperanza (Hebreos 10:23-25). Aparte de hacerlo mediante la predicación, ellas declaran su esperanza y animan a otros durante las reuniones cristianas ofreciendo comentarios bien pensados cuando se les invita a hacerlo y participando en asignaciones estudiantiles y demostraciones.

Por lo tanto, las cristianas ‘guardan silencio’ al no intentar ocupar el lugar del varón ni enseñar en la congregación. No plantean preguntas con el afán de polemizar, desafiando así la autoridad de los que enseñan. Cuando desempeñan su papel dentro de la congregación, las cristianas contribuyen enormemente a crear una atmósfera de paz en la que “todas las cosas” en las reuniones de congregación se efectúan “para edificación” (1 Corintios 14:26, 33).
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La Biblia

◆ Sitio oficial de los Testigos de Jehová.(Gratuito)
http://www.jw.org

MINISTRAS MUJERES EN LA BIBLIA.
http://www.jw.org/es/publicaciones/revistas/wp20120901/ministras-religiosas-testigos-de-jehov%C3%A1/

GUARDAR SILENCIO EN LA CONGREGACION QUE SIGNIFICA
http://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/2006167 

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