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domingo, 10 de junio de 2012

JUECES 19 VIOLACION Y ASESINATO

El forastero no pernoctaba a la intemperie, tenía abierta mi puerta al caminante.” (Job 31:32, Biblia de Jerusalén) Esta clase de hospitalidad que mostraba el fiel Job era una marca que identificaba a los siervos devotos de Dios de la antigüedad.

El extender hospitalidad realmente era una respuesta amorosa a la necesidad de refrigerio y abrigo del forastero. Hace muchos siglos los viajeros comúnmente se detenían en una aldea o ciudad y allí iban a la plaza pública. Esto daba a los habitantes la oportunidad de invitar al forastero a alojarse con ellos durante la noche.

Los no israelitas no siempre eran hospitalarios con los israelitas, sobre todo en las ciudades (Jue 19:11, 12), en donde es probable que la gente no estuviese tan dispuesta a ofrecer hospitalidad como en zonas más aisladas. Un hombre levita, su servidor y su concubina se sentaron después de la puesta del sol en una plaza pública de Guibeah, a la espera de que se les ofreciese un lugar donde pasar la noche. Este hecho indica que era bastante común esperar hospitalidad aun en las ciudades. (Jue 19:15.) En esta ocasión, el levita comentó que tenía provisiones para los que le acompañaban, así como para sus animales (Jue 19:19); solo necesitaba un lugar donde cobijarse. Pero la mala actitud de los benjamitas que habitaban en esta ciudad la hicieron inhóspita, como lo confirma lo que ocurrió después. (Jue 19:26-28.)

Aquella actitud inhospitalaria era sumamente insólita para una ciudad israelita. El levita había evitado especialmente una ciudad no israelita, pensando que sería tratado mejor por los israelitas. (Jue. 19:11, 12) Finalmente un anciano de otra tribu le extendió hospitalidad, diciendo: “¡Que tengas paz! Simplemente deja que lo que te falte sea sobre mí. Solo que no pases la noche en la plaza pública.”—Jue. 19:16-20.

La mala gana del pueblo de Gabaa en cuanto a mostrar hospitalidad a los forasteros era evidencia de una grave falta moral. Egoístamente se ocupaban en sus propios asuntos y rehusaban aprovechar la oportunidad de mostrar bondad.

La profundidad de su egoísmo se hizo todavía más evidente después que el anciano recibió a los viajeros en su casa. Una chusma de varones rodeó la casa, demandando, con fines inmorales, que el levita les fuese entregado. Sin embargo, el anciano no cedió a sus demandas. No obstante, las circunstancias se desarrollaron de tal manera que la concubina del levita fue entregada en manos de ellos. Ellos abusaron de ella toda la noche a tal grado que murió. Jue. 19:22-28.

El enviar los trozos del cadáver de la mujer a las otras 10 tribus sirvió como testimonio de la maldad cometida en Gabaa.

El pueblo de Gabaa, además, cometió el crimen atroz de tolerar este pecado de los habitantes de su ciudad. La tribu de Benjamín también fue culpable de esto; rehusó escuchar las demandas del resto de las tribus, que los criminales fueran ajusticiados.

Los israelitas estaban bajo la ley mosaica, la que no toleraba ni las violaciones ni la prostitución.
Hacia provisiones para que los hijos frutos de una violación recibieran sustento económico.

Ademas, se incluía extensa legislación sobre el acto de quitar la vida humana. Diferenciaba entre matar a alguien deliberadamente y hacerlo por accidente. Cuando alguien alegaba ser un homicida involuntario, se investigaban los siguientes factores:
1) si odiaba a la persona muerta (Dt 19:11, 12; compárese con Jos 20:5),
2) si había estado al acecho de la víctima (Nú 35:20, 21) y
3) si había usado un instrumento o cualquier otro objeto que pudiera infligir una herida mortal. (Nú 35:16-18.)

Hasta a los esclavos se les tenía que vengar si su amo los mataba a golpes. (Éx 21:20.) A los homicidas deliberados se les castigaba con la pena de muerte y no tenían posibilidad de rescate. (Éx 21:12, 13; Nú 35:30, 31; Jos 20:2, 3

Según el código oriental, era la responsabilidad del anfitrión proteger a las personas que fueran sus huéspedes en su casa, y defenderlas hasta el punto mismo de la muerte si fuera necesario.

Verdaderamente, el espíritu de bondad y generosidad que mueve a hospitalidad genuina es una posesión valiosa. Su ausencia, como se ilustró en el caso de los habitantes de Gabaa y Sodoma, puede hacer surgir actos de egoísmo extremado. Esto se debe a que el amor verdadero al prójimo mueve a uno a obrar a favor de los intereses de éste y lo restringe de violar sus derechos. El apóstol Pablo señaló esto cuando dijo:

“El que ama a su semejante ha cumplido la ley. Porque el código de la ley: ‘No debes cometer adulterio, No debes asesinar, No debes hurtar, No debes codiciar,’ y cualquier otro mandamiento que haya, se resume en esta palabra, a saber: ‘Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo.’ El amor no obra mal al prójimo.”—Rom. 13:8-10.

JUECES CAP.19

LOT Y LA HOSPITALIDAD

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