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lunes, 30 de mayo de 2011

JESÚS Y LA HIGUERA SIN FRUTO (a)

Uno de los pasajes más enigmáticos de la Biblia es el relato de Jesús y la higuera desprovista de fruto. Según Marcos 11:12-14, 20-24, cuando Jesús vio cierta higuera que tenía hojas, pero no tenía ningún fruto, la maldijo, y como consecuencia, la higuera se marchitó. Sin embargo, como declara francamente Marcos, no era la época de higos. Entonces, ¿por qué maldijo Jesús aquella higuera? ¿Y por qué registró Marcos, bajo inspiración, aquel incidente? Aunque este relato ha desconcertado a algunos comentaristas de la cristiandad, los hechos no solo justifican el proceder de Jesús, sino también revelan que Jesús estaba enseñando una lección doble sobre la fe.

 Por ejemplo, aunque los higos por lo general no maduran sino hasta junio, los brotes normalmente aparecen en las ramas de las higueras tan temprano como en febrero. En efecto, esto sucede dos meses antes que aparezcan hojas en las ramas a fines de abril o a principios de mayo. Así que, cuando la higuera tiene hojas, sin duda debe tener higos. Esto nos ayuda a comprender que cuando Jesús vio aquella higuera en particular a fines de marzo, aunque no era la época de las higueras tener higos maduros, tampoco era la época de que las higueras tuvieran hojas.
 El hecho de que aquella higuera sí tuviera hojas demuestra que se había desarrollado prematuramente. Sin duda no hubiera sido irrazonable que Jesús esperara que una higuera como aquella también hubiera tenido fruto prematuramente. No obstante, aquella higuera era infructífera. En realidad, como declara Marcos, la higuera no tenía ‘nada sino hojas’, es decir, no tenía fruto. Las hojas ciertamente daban a aquella higuera una apariencia engañosa.

 Pero ¿por qué maldijo Jesús aquella higuera infructífera? Las palabras de Jesús acerca de lo que pasó, según se registran en Marcos 11:22-25, nos dan una clave para hallar la respuesta. Según explicó Jesús, aquello era una lección para que ellos ‘tuvieran fe en Dios’. ¿Qué tenía que ver el marchitamiento de aquella higuera con la fe? En primer lugar, la fe de Jesús fue lo que hizo que la maldición fuera eficaz. Jesús evidentemente estaba aprovechando aquella ocasión para dar una lección objetiva sobre el poder de la fe. Como Jesús declaró: “Todas las cosas que oran y piden tengan fe de que pueden darse por recibidas, y las tendrán”. (Marcos 11:24.)

 Pero también parece haber otra relación entre el marchitamiento de aquella higuera y la cualidad de la fe. Tan solo tres meses antes de aquel incidente, Jesús dio una parábola acerca de una higuera infructífera que era necesario cortar (Lucas 13:6-9). ¿Y qué prefiguró la higuera de esta parábola? Esta higuera infructífera simbolizó a la antigua nación judía. (Compare con Mateo 21:43.)

 De modo que es razonable creer que la higuera desprovista de fruto que Jesús maldijo también simbolizó a la antigua nación judía, que era infructífera. Aunque esta nación había estado en una relación de pacto con Dios, la apariencia de ella era engañosa, pues la nación resultó estar desprovista de buen fruto y hasta rechazó al propio Hijo de Dios. ¿Y a qué se debía aquella infructuosidad? A la falta de fe, la mismísima cualidad que Jesús estaba recalcando en aquella ocasión (Romanos 9:31, 32). Al causar el marchitamiento de la higuera, Jesús estaba demostrando gráficamente el resultado final que le sobrevendría a aquella nación infructífera y desprovista de fe.
 De modo que no solo los hechos hortícolas justifican el proceder de Jesús al maldecir la higuera, sino que el contexto revela que Jesús estaba enseñando así una lección doble sobre la fe.

 Jesús presenta una ilustración apropiada en la que explica: “Cierto hombre tenía una higuera plantada en su viña, y vino buscando fruto en ella, pero no lo halló. Luego dijo al viñador: ‘Mira que ya van tres años que he venido buscando fruto en esta higuera, pero no lo he hallado. ¡Córtala! ¿Por qué, realmente, debe hacer que la tierra permanezca inútil?’. En respuesta él le dijo: ‘Amo, déjala también este año, hasta que cave alrededor de ella y le eche estiércol; y si entonces produce fruto en el futuro, bien está; pero si no, la cortarás’”.

 Por más de tres años Jesús ha tratado de cultivar fe entre la nación judía. Pero solo se puede contar a unos centenares de discípulos como fruto de sus esfuerzos. Ahora, en el cuarto año de su ministerio, Jesús está intensificando sus esfuerzos; simbólicamente cava y pone estiércol alrededor de la higuera judía al predicar y enseñar con celo en Judea y Perea. ¡Pero de nada sirve! La nación rehúsa arrepentirse, y por eso se encamina a la destrucción. Solo un resto de la nación responde.

 Mientras que la ausencia de fe puede hacernos infructíferos y solamente lleva a que Dios nos rechace, el tener una fe activa nos permite ‘mover montañas’, ya que Jehová ciertamente contesta nuestras oraciones. (Mateo 17:20.)

Fuente(s):
La Biblia.

 El hombre más grande de todos los tiempos, Lección 79,
de los Testigos de Jehová. Disponible gratuitamente en:

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