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viernes, 12 de mayo de 2017

Testigos de Jehová se defienden cuando los acusan de algo, ¿o no?

¿Por qué no siempre se defienden los testigos de Jehová cuando los acusan de algo?

La Biblia nos advierte: “El que está corrigiendo al burlador está tomando para sí deshonra” (Proverbios 9:7, 8; 26:4).

Por eso, es mejor no responder cada vez que nos acusan de algo o se burlan de nosotros.

En vez de entrar en polémica y tratar de desmentir cualquier acusación falsa, es mejor concentrarnos en agradar a Dios (Salmo 119:69).

Por supuesto, hay “tiempo de callar y tiempo de hablar” (Eclesiastés 3:7).

Algunos eligen contestar a las personas que desean conocer la verdad.

Lo sabio es evitar las discusiones estériles e inconducentes, que no llevan a nada.

Así, un buen cristiano sigue las enseñanzas y el ejemplo de Jesús y de los primeros cristianos.

Jesús no habló cuando lo acusaron falsamente ante Pilato (Mateo 27:11-14; 1 Pedro 2:21-23).
Jesús no habló cuando lo acusaron de ser un borracho y un glotón.

Dejó que los hechos hablaran por sí mismos.

Jesús mismo nos dice: “La sabiduría queda probada justa por sus obras” (Mateo 11:19).

Cuando fue necesario, Jesús por cierto respondió con valor a quienes lo calumniaron (Mateo 15:1-3; Marcos 3:22-30).

¿Qué actitud debemos tener los cristianos ante las acusaciones falsas?

A no desanimarse. Jesús nos dice: “Felices son ustedes cuando los vituperen y los persigan y mentirosamente digan toda suerte de cosa inicua contra ustedes por mi causa” (Mateo 5:11, 12).

Jesús también indicó que, a veces, esas acusaciones darían oportunidad de predicar.

Jesús prometió: “Les daré boca y sabiduría, que todos sus opositores juntos no podrán resistir ni disputar” (Lucas 21:12-15).

Igualmente, el apóstol Pablo aconsejó a los cristianos el evitar discusiones sin sentido.
Hay peleas de palabras que “son inútiles y vanas” (Tito 3:9; Romanos 16:17, 18).

El apóstol Pedro animó a los cristianos a defender su fe (obviamente, sin usar armas terrenales), cuando tuvieran la oportunidad (1 Pedro 3:15).

Pedro indicó que, generalmente, las acciones tienen más poder que las palabras, cuando escribe: “Para que haciendo el bien amordacen el habla ignorante de los hombres irrazonables” (1 Pedro 2:12-15).

Fuente:
https://www.jw.org/es/testigos-de-jehov%C3%A1/preguntas-frecuentes/defienden-ante-acusaciones/

viernes, 3 de marzo de 2017

QUE PASA CUANDO UNO MUERE

¿Qué pasa cuando uno muere?

LA RESPUESTA ESTÁ EN LA BIBLIA en el libro de Eclesiastés, capítulo 9, versos 5 y 10

Para más información de la Biblia ,gratuita, por favor vea el s
tio gratuito de los Testigos de Jehová https://jw.org

https://www.jw.org/es/publicaciones/revistas/wp20150801/

https://wol.jw.org/es/wol/s/r4/lp-s?q=luz+experiencias+extracorp%C3%B3reas&p=par&r=occ

WWW.JW.ORG

lunes, 20 de febrero de 2017

viernes, 3 de febrero de 2017

NO MAS OPERACIONES DE CAMBIO DE SEXO EN HOSPITAL JOHNS HOPKINS

Paul R. McHugh fue director de Psiquiatría del Johns Hopkins

"Por qué dejamos de hacer operaciones de cambio de sexo": ciencia real contra ideología de género 

Siendo director de psiquiatría del Johns Hopkins Hospital, el doctor Paul McHugh hizo investigar la ciencia real tras los cambios de sexo

 
Traducido desde Paul R. McHugh/FirstThings.com  6 junio 2015
 Paul R. McHugh es Catedrático de Servicios Distinguidos en Psiquiatría en la Universidad Johns Hopkins. Escribe sobre el cambio de sexo en FirstThings.com .
Cuando la práctica de cambio de sexo mediante cirugía surgió por primera vez, a principios de los años 70, solía recordarles a menudo a los psiquiatras que defendían este tipo de operación que con otros pacientes, especialmente con los alcohólicos, ellos solían citar la Oración por la Serenidad: "Dios, concédeme la serenidad de aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar aquellas que puedo y sabiduría para reconocer la diferencia".

¿De dónde sacaron la idea de que nuestra identidad sexual ("género" es el término que ellos prefieren) como hombres o mujeres estaba en la categoría de cosas que se pueden cambiar?

Su respuesta habitual era mostrarme a sus pacientes. Los hombres (y hasta poco antes eran todos hombres) con los que hablaba antes de ser operados me decían que sus cuerpos e identidad sexual estaban en desacuerdo; con los que hablaba después de la operación me decían que la cirugía y los tratamientos de hormonas que les habían convertidos en "mujeres" les habían proporcionado felicidad y satisfacción.

Sin embargo, ninguno de estos encuentros era convincente.

Los sujetos post-quirúrgicos me parecían caricaturas de mujeres. Llevaban zapatos de tacón alto, mucho maquillaje y vestidos llamativos; me explicaban cómo se sentían al poder dar rienda suelta a sus inclinaciones naturales por la paz, la domesticidad y la dulzura.

Pero sus grandes manos, sus prominentes nueces de Adán y sus evidentes rasgos faciales eran incongruentes y lo serían cada vez más a medida que envejecieran.

Las psiquiatras a las que los enviaba para que hablaran con ellos conseguían ver intuitivamente a través del disfraz y la exageración en los gestos. "Las chicas conocen a las chicas", me dijo una de ellas, "y eso es un chico".


Tres rasgos de estas "nuevas mujeres"

Los sujetos antes de la cirugía me llamaban la atención aún más cuando veía que intentaban convencer a cualquiera que quisiera influirles sobre su operación.

Primero, dedicaban una increíble cantidad de tiempo a pensar y hablar sobre sexo y sus experiencias sexuales; su hambre sexual y sus aventuras parecían preocuparles.

Segundo, hablar de bebés y niños no les interesaba demasiado; incluso parecían indiferentes a los niños.

Y tercero y más importante, muchos de estos hombres-que-declaraban-ser-mujeres decían que encontraban a las mujeres sexualmente atractivas y que se veían como "lesbianas".

Cuando les decía a sus defensores que sus inclinaciones psicológicas se parecían más a las de los hombres que a las de las mujeres, recibía varias respuestas, pero la mayoría me decía que haciendo esta clase de juicios estaba recurriendo a estereotipos sexuales.

Hasta 1975, cuando me convertí en jefe de psiquiatría del John Hopkins Hospital, no solía compartir mis sugerencias sobre estas cuestiones. Pero cuando se me dio autoridad sobre todos los casos en el Departamento de Psiquiatría me di cuenta de que si era pasivo estaría eligiendo tácitamente impulsar la cirugía de cambio de sexo en el departamento que la había propuesto en origen, y que seguía defendiéndola.



Decidí desafiar lo que yo consideraba ser una mala dirección de la psiquiatría y exigir más información, tanto antes como después de las operaciones.

Dos "dogmas de género" a estudio

Dos cuestiones se presentaron como objetivo de estudio. Primero, quería examinar la declaración según la cual los hombres que habían sido operados de cambio de sexo habían encontrado la solución a sus muchos problemas psicológicos.

Segundo (y esto era más ambicioso), quería ver si los niños con genitales ambiguos que eran transformados quirúrgicamente en niñas y educados como tales, como afirmaba la teoría (del Hopkins), se normalizaban con facilidad en la identidad sexual que se había elegido para ellos.

Estas afirmaciones habían generado la opinión en círculos psiquiátricos de que el "sexo" y el "género" de una persona eran cosas distintas: el sexo estaba determinado genética y hormonalmente desde la concepción, mientras que el género estaba modelado por la cultura mediante la acción de la familia y otros durante la infancia.

La primera cuestión era más fácil y sólo requería que yo impulsara la investigación continua en comportamiento sexual humano de un miembro de la facultad que fuera un estudiante con capacidad.

El psiquiatra y psicoanalista Jon Meyer ya estaba desarrollando un método para hacer el seguimiento de adultos que habían sido operados de cambio de sexo en el Hopkins para ver en qué medida la cirugía les había ayudado.

Encontró que la mayoría de los pacientes que había localizado años después de la cirugía estaban satisfechos con lo que habían hecho; sólo unos cuantos se arrepentían. Pero en el resto de los aspectos habían cambiado poco en lo que se refiere a sus condiciones psicológicas. Seguían teniendo los mismos problemas que antes con las relaciones, el trabajo y las emociones. La esperanza que tenían de superar sus dificultades emocionales para mejorar psicológicamente no se había cumplido.

Arreglar sus mentes, no sus genitales

Leímos los resultados como demostración de que del mismo modo que estos hombres disfrutaban del travestismo antes de la operación, después de ella les gustaba vivir en el sexo opuesto, pero no se sentían mejor en su integración psicológica ni la vivían mejor.

Con estos hechos en la mano llegué a la conclusión de que el Hopkins estaba fundamentalmente colaborando con una enfermedad mental.

Pensé que nosotros, los psiquiatras, teníamos que concentrarnos en intentar arreglar sus mentes y no sus genitales.

¿Qué lleva a pedir el cambio de sexo quirúrgico?

Gracias a su investigación, el Dr. Meyer pudo dar algo de sentido a los trastornos mentales que estaban llevando a solicitar este tratamiento inusual y radical. La mayoría de los casos cayeron dentro de uno de estos dos grupos que menciono a continuación, bastante diferentes entre ellos.

Un grupo consistía en hombres homosexuales conflictivos y guiados por un sentido de culpa que veían en el cambio de sexo un modo de resolver sus conflictos sobre la homosexualidad, pues les permitiría comportarse sexualmente como mujeres con hombres.

El otro grupo -la mayoría, hombres más mayores- estaba formado por varones heterosexuales (y algunos bisexuales) que sentían gran excitación sexual al travestirse de mujeres. A medida que envejecían, estaban cada vez más deseosos de añadir verosimilitud a sus disfraces y buscaban o se les sugería una transformación quirúrgica que incluía implantes mamarios, amputación del pene y reconstrucción pélvica para parecerse a una mujer.

Posteriores estudios sobre sujetos similares en los servicios de psiquiatría del Clark Institute de Toronto identificaron a estos hombres por la auto-excitación que sentían al imitar a mujeres seductoras sexualmente.

Muchos de ellos imaginaban que sus demostraciones podían ser excitantes también para los espectadores, sobre todo las mujeres.

Esta idea, una forma de "sexo en la cabeza" (D. H. Lawrence), era lo que provocaba su primera aventura al disfrazarse con ropa interior femenina, llevándolos después a considerar la opción quirúrgica.

La mayoría de ellos veían en las mujeres el objeto de su interés, por lo que al hablar con los psiquiatras se identificaban a sí mismos como lesbianas.

El término que con el tiempo acuñaron en Toronto para describir esta forma de mala dirección sexual fue "autoginefilia".



Autoginefilia: hombres que se excitan vistiéndose como mujeres... y buscando gustar a mujeres; después de usar ropa de mujer, buscan un cuerpo de mujer

De nuevo concluí que alterar quirúrgicamente el cuerpo de estas personas desgraciadas era colaborar con un trastorno mental en lugar de tratarlo.

Esta información y una mejor comprensión de lo que habíamos estado haciendo nos hizo tomar la decisión de dejar de prescribir las operaciones de cambio de sexo para adultos en el Hopkins —para gran alivio, tengo que decirlo, de varios de nuestros cirujanos plásticos que habían recibido orden previamente de llevar adelante este tipo de intervención.

El caso de los bebés con genitales deformes

Y con esta solución en lo que respecta a la primera cuestión, puedo ahora hablar sobre la segunda, a saber: la práctica de asignar un sexo femenino a recién nacidos varones que al nacer tenían genitales malformados y ambiguos sexualmente, como también defectos severos en el pene.

Esta práctica, que pertenece más al campo de la pediatria que al mío propio, era sin embargo motivo de preocupación para los psiquiatras porque las opiniones que se habían generado alrededor de estos casos contribuían a formar la opinión de que la identidad sexual era una cuestión de condicionamiento cultural más que algo esencial en la constitución humana.

Varias enfermedades, afortunadamente raras, pueden llevar a defectos en la formación del tracto genitourinario durante la vida embrionaria. Cuando esto ocurre en un varón, la forma más simple de cirugía plástica -con la idea de corregir la anormalidad y ganar una apariencia estética satisfactoria- es quitar todas las partes masculinas, incluyendo los testículos, y construir una vagina y unos labios con los tejidos disponibles.

Esto proporciona a estos bebés malformados una anatomia genital de apariencia femenina sin importar su sexo genético. Dada la afirmación de que la identidad sexual de un niño seguirá fácilmente a su apariencia genital si está apoyado por la familia y el entorno cultural, los cirujanos pediátricos se aficionaron a construir genitales de apariencia femenina tanto a niñas con una constitución cromosómica XX como a niños con una XY, para que así todos tuvieran aspecto de niñas pequeñas, a la vez que eran educadas como tales por sus progenitores.

Los psicólogos persuadían a los padres

Todo esto se hacía, desde luego, con el consentimiento de los padres que, afligidos por las graves malformaciones de sus bebés, eran persuadidos por los endocrinólogos pediátricos y los psicólogos que los asesoraban a aceptar la cirugía de transformación de sus hijos.

Se les decía que la identidad sexual de sus hijos (de nuevo, su “género”) simplemente se amoldaría al condicionamiento ambiental.

Si los padres sistemáticamente respondían al niño como si fuera una niña ahora que su estructura genital parecía la de una niña, él aceptaría este rol sin mucho esfuerzo.

Esta propuesta les planteaba a los padres una decisión crítica. Los médicos aumentaban la presión después de hacer la propuesta diciendo a los padres que la decisión había que tomarla pronto porque la identidad sexual de un niño se establece a los dos o tres años de vida.

El proceso de inducir al niño en un rol femenino debía empezar rápidamente con el nombre, el certificado de nacimiento, la parafernalia para el bebé, etc.

Con los cirujanos preparados para la operación y los médicos seguros, a los padres se les ofrecía algo que era difícil de rechazar (a pesar de que, y esto es interesante, unos cuantos padres, pocos, rechazaron este consejo y decidieron que la naturaleza hiciera su curso).

Pienso que estas opiniones profesionales y la elección con la que se presionaba a los padres estaban basadas en pruebas anecdóticas difíciles de verificar y más difíciles aún de reproducir. A pesar de la seguridad que demostraban sus defensores, les faltaba un apoyo empírico sustancial.

Animé a unos de nuestros psiquiatras residentes, William G. Reiner (que estaba ya interesado en el tema porque antes de su formación psiquiátrica había sido urólogo infantil y había sido testigo del problema desde el otro lado) a empezar un seguimiento sistemático de estos niños, en particular de los niños transformados en niñas durante su infancia, para así determinar hasta qué punto llegaban a estar integrados sexualmente como adultos.

Un caso a estudio: la extrofia vesical

Los resultados fueron aún más sorprendentes que en el trabajo de Meyer. Reiner escogió estudiar intensamente la extrofia vesical porque pondría mejor a prueba la idea de que la influencia cultural tiene el papel principal en la identidad sexual.

La extrofia vesical es una deformación embrionaria que produce una gruesa anormalidad de la anatomia pélvica, por lo que la vejiga y los genitales están terriblemente deformados en el momento del nacimiento. El pene masculino no se ha formado del todo y la vejiga y el tracto urinario no están claramente separados del tracto gastrointestinal. Fue crucial para el estudio de Reiner el hecho de que el desarrollo embrionario de estos desafortunados varones no es hormonalmente distinto al de los varones normales. Ellos se desarrollan dentro de un ambiente hormonal prenatal típicamente masculino proporcionado por su cromosoma Y y su función testicular normal.

Esto expone a estos embriones/fetos en desarrollo a la hormona masculina de la testosterona, como les sucede a todos los otros varones en los vientres de sus madres.

A pesar de que la investigación sobre animales ha demostrado hace tiempo que el comportamiento sexual masculino deriva directamente de su exposición a la testosterona durante su vida embrionaria, este hecho no impidió la práctica pediátrica de tratar quirúrgicamente a estos bebés varones que tienen esta severa anomalía mediante castración (amputando sus testículos y cualquier otro vestigio de estructuras genitales masculinas) y la reconstrucción de una vagina, para que así pudieran crecer como niñas. A mediados de los años 70 esta práctica se había convertido prácticamente en universal.

Estos casos ofrecieron a Reiner la mejor prueba de los dos aspectos que son el trasfondo de este tratamiento: (1) que los humanos cuando nacen serían neutrales en lo que se refiere a su identidad sexual y (2) que para los humanos son las influencias posnatales y culturales y no hormonales, especialmente en la primera infancia, las que más influirían en su identidad sexual última. Los varones con extrofia vesical eran modificados habitualmente mediante cirugía para parecerse a niñas; a los padres se les instruía para que los educaran como tales.

Pero, el hecho de que habían sido expuestos por completo a la testosterona en el útero ¿derrotaba el intento de educarlos como niñas? Las respuestas serían más evidentes con el cuidadoso seguimiento que Reiner estaba empezando.



Obviamente, estos niños no tenían ovarios y sus testículos habían sido quirúrgicamente amputados, lo que significaba que tenían que recibir hormonas exógenas durante toda su vida. La misma cirugía les negaba cualquier posibilidad de fertilidad en el futuro. Y uno no podía preguntar al pequeño paciente si quería pagar este precio.

Los médicos que asesoraban a los padres las consideraban cargas aceptables con el fin de evitar la angustia en la infancia de unas estructuras genitales malformadas y se esperaba que pudieran seguir un rumbo sin conflictos hacia su maduración como niñas y mujeres.

Educados como niñas, pero actuaban como chicos

Sin embargo, Reiner descubrió que estos varones re-diseñados nunca se sintieron cómodos como mujeres cuando fueron conscientes de ellos mismos y del mundo.

Desde el principio de su vida infantil de juegos actuaban espontáneamente como chicos y eran claramente distintos a sus hermanas y otras niñas; les divertían más las riñas de chavales que las muñecas y "jugar a las casitas".

Más tarde, muchos de estos individuos, cuando supieron que genéticamente eran varones, desearon reconstituir sus vidas como tales (algunos incluso pidieron reconstrucción quirúrgica y tomar hormonas masculinas) -todo ello a pesar de los sinceros esfuerzos de sus padres para tratarlos como niñas.

Vale la pena relatar los resultados de Reiner, de los que informaba la edición del 22 de enero de 2004 del New England Journal of Medicine. Hizo un seguimiento a dieciséis varones genéticos afectos de extrofia vesical vistos en el Hopkins, de los cuales catorce fueron sometidos, en el periodo neonatal, a reasignación al sexo femenino social, legal y quirúrgicamente. Los padres de los otros dos niños rechazaron el consejo de los pediatras y educaron a sus hijos como varones.

Ocho de los catorce sujetos reasignados como mujeres declararon ser varones. Cinco vivían como mujeres y uno vivía sin una identidad sexual clara. Los dos que fueron educados como varones permanecieron varones.

Los dieciséis tenían intereses que eran típicamente masculinos, como la caza, el jockey sobre hielo, el karate y el bobsleigh.

De este trabajo Reiner sacó la conclusión de que la identidad sexual sigue a la constitución genética. Las tendencias masculinas (juegos de fuerza, sentirse excitados por las mujeres y agresividad física) son el resultado del desarrollo intrauterino fetal rico en testosterona de los individuos estudiados, a pesar de los esfuerzos por socializarlos como mujeres desde el nacimiento.

Después de examinar los estudios de Reiner y Meyer, nosotros, en el Departamento de Psiquiatría del Johns Hopkins llegamos a la conclusión de que la identidad sexual humana está construida en nuestra constitución por los genes que heredamos y la embriogénesis que experimentamos. Las hormonas masculinas sexualizan el cerebro y la mente.

A disgusto con el propio sexo

La disforia sexual -un sentido de inquietud respecto al rol sexual de uno mismo- ocurre naturalmente en esos raros casos de varones que crecen como mujeres en un esfuerzo por corregir un problema estructural genital infantil. Una inquietud similar puede ser socialmente inducida en hombres aparentemente normales desde un punto de vista de la constitución, en asociación con (y presumiblemente motivados por) serias aberraciones en el comportamiento, entre las cuales están la orientación homosexual conflictiva y la notable desviación masculina llamada ahora autoginefilia.

Estaba claro, entonces, que los psiquiatras debíamos trabajar para disuadir a los adultos que buscaban la cirugía de reasignación de sexo.

Cuando el Hopkins anunció que pararía estos procedimientos en adultos con disforia sexual, muchos otros hospitales le imitaron, pero algunos centros médicos siguen realizando este tipo de cirugía. Tailandia tiene varios centros que realizan esta cirugía "sin preguntar" nada; basta tener el dinero para pagarla y medios para viajar a Tailandia.

Estoy decepcionado pero no sorprendido por esto, dado que algunos cirujanos y centros médicos pueden ser persuadidos de llevar a cabo cualquier tipo de cirugía si son presionados por pacientes con desviaciones sexuales, sobre todo si esos pacientes encuentran un psiquiatra que responde por ellos.

El ejemplo más asombroso es el del cirujano de Inglaterra que estaba dispuesto a amputar las piernas de pacientes que declaran excitarse sexualmente observando y exhibiendo muñones de piernas amputadas.

De todas formas, nosotros en el Hopkins sostenemos que la psiquiatría oficial tiene pruebas suficientes para dar razones contra este tipo de tratamientos y debe empezar a clausurar esta práctica en todas partes.

Para bebés: ayuda urológica, esperar a que crezca

Para los niños con defectos de nacimientos el enfoque más racional en este momento es corregir lo antes posible cualquiera de los principales defectos urológicos que tienen, pero posponiendo cualquier decisión sobre identidad sexual para mucho más tarde, mientras se educa al niño según su sexo genético.

Los cuidadores médicos y los padres deben procurar que el niño sea consciente de que los aspectos de la identidad sexual pueden surgir mientras él o ella crece. Decidir lo que se debe hacer debe esperar a la maduración y el reconocimiento del niño o de la niña de su propia identidad.

Cuidados adecuados, incluyendo un buen acompañamiento por parte de los progenitores, significa ayudar al niño a través de las dificultades médicas y sociales presentadas por la anatomía genital, pero protegiendo en el proceso los tejidos que pueden ser útiles, en especial las gónadas.

Hay que continuar este esfuerzo hasta que el niño pueda ver el problema de su rol en la vida de un modo más claro a medida que el individuo diferenciado sexualmente surge de su interior.

Entonces, a medida que el joven adquiere un sentido de responsabilidad en lo que atañe al resultado, él o ella puede ser ayudado mediante cualquier construcción quirúrgica que desee.

Un verdadero consentimiento informado lo proporciona sólo la persona que va a vivir con el resultado y no se apoya en las decisiones tomadas por otros que creen "que saben más".



Detrás del maquillaje y los colores llamativos, hay un dolor y sufrimiento psíquico y espiritual que es el que necesita ser atendido

La ideología de los activistas transgénero

¿Cómo se reciben ahora estas ideas? Creo que medianamente bien. Los activistas "transgéneros" (ahora a menudo aliados de los movimientos de liberación gay) siguen defendiendo que sus miembros tiene derecho a cualquier cirugía que ellos quieran y siguen declarando que su disforia sexual representa una concepción verdadera de su identidad sexual. Han protestado algo contra el diagnóstico de autoginefilia como mecanismo para generar peticiones de operaciones de cambio de sexo, pero han ofrecido pocas pruebas que refuten este diagnóstico.

Los psiquiatras están recibiendo mejores historias sexuales de las personas que piden el cambio de sexo y están descubriendo más ejemplos de esta extraña tendencia al exhibicionismo masculino.

Gran parte del entusiasmo relacionado con un arreglo rápido de los defectos de nacimiento terminó cuando la prueba anecdótica sobre un caso que recibió mucha publicidad acerca de un varón gemelo educado como una niña resultó ser falso. El psicólogo responsable escondió, mediante la utilización de una mala información, el hecho de que el niño, a pesar de los esfuerzos de su familia para tratarlo y educarlo como una niña, había desafiado constantemente el tratamiento, averiguando al final el engaño y restableciendo su masculinidad. Desgraciadamente, tenía un diagnóstico adicional de depresión grave y cometió suicidio.

Hostilidad para defender que "todo es maleable"

Pienso que, desde el otro lado, ya no se puede decir mucho acerca de la cuestión del cambio de sexo para los hombres. Pero he aprendido de la experiencia que el desafío más duro es intentar obtener conformidad para buscar pruebas empíricas sobre opiniones relativas al sexo y al comportamento sexual, incluso cuando las opiniones parecen claramente sinsentido.

Uno esperaría de las personas que declaran que la identidad sexual no tiene una base biológica o física ofrecerían más pruebas para persuadir a los otros. Pero según he aprendido, hay una gran hostilidad y se favorece la idea de que la naturaleza es totalmente maleable.

Sin una posición fija sobre qué es la naturaleza humana cualquier posición puede entonces defenderse como legítima. Una práctica que parece que le da a la gente lo que quiere -y que algunos de ellos reclaman ruidosamente- es difícil de combatir con una experiencia profesional ordinaria y la sabiduría. Incluso a menudo se ofrece resistencia -rechazando sus resultados- a ensayos controlados y estudios de seguimiento meticuloso realizados para asegurar que la práctica no sea perjudicial en sí misma.

El gran daño del cambio de sexo

He sido testigo del gran daño que puede provocar la reasignación de sexo. Los niños que han visto transformada su constitución masculina en un rol femenino sienten mucho sufrimiento y tristeza pues son conscientes de su disposición natural.

Sus progenitores normalmente viven con sentimiento de culpa por las decisiones tomadas -cuestionándolas a posteriori y avergonzados de algún modo por la fabricación, tanto quirúrgica como social, que han impuesto en sus hijos.

Y respecto a los adultos que vienen a nosotros declarando que han descubierto su "verdadera" identidad sexual y que han oído hablar de las operaciones de cambio de sexo, nosotros los psiquiatras nos hemos olvidado de estudiar las causas y la naturaleza de su trastorno mental y nos hemos dedicado sólo a prepararlos para la operación y una vida en el otro sexo.

Hemos malgastado recursos científico y técnicos y dañado nuestra credibilidad profesional colaborando con la locura en lugar de intentar estudiarla, curarla y, en última instancia, prevenirla.
(Traducción de Helena Faccia Serrano, Alcalá de Henares)

Artículo publicado originalmente en
First Things. (inglés)
https://www.firstthings.com/article/2004/11/surgical-sex

Lea sobre esto el caso emblemático de Bruce y Brenda/Brian: Así destruye a la gente la ideología de género: la realidad estremecedora de su inventor, John Money

ADAPTADO DESDE: 
http://www.religionenlibertad.com/por-que-dejamos-de-hacer-operaciones-de-cambio-de-sexo--42897.htm

INFORMACION RELACIONADA: CAMBIO DE SEXO POR VOLUNTAD DE EL MÉDICO.
VARÓN BIOLÓGICO PIDE A LOS 14 AÑOS QUE LOS MÉDICOS REVIERTAN LA OPERACION DE CAMBIO HECHA SIN SU CONSENTIMIENTO EN COLOMBIA. JUSTICIA LO APOYA.

https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-273191


INFORMACION ADICIONAL en inglés
APOYAR EL CAMBIO DE SEXO ES LOCURA, DICE MÉDICO PROFESOR DE PSIQUIATRÍA.
https://www.cnsnews.com/blog/michael-w-chapman/johns-hopkins-psychiatrist-support-transgenderism-and-sex-change-surgery

APARENTE CAMBIO DE SEXO:CIRUGIA ES MALA DICEN LOS PIONEROS EXPERTOS

50 años de cambios de sexo, desórdenes mentales y demasiados suicidios
Por Walt Heyer
  .
Walt Heyer es un autor y orador público con una pasión para ayudar a otros que lamentan el cambio de género. Nos cuenta: "Hace treinta y tres años me sometí a la cirugía de reasignación de género sólo para descubrir que era un alivio temporal, no una solución a los trastornos comórbidos subyacentes. He escrito libros, artículos publicados, y hablado en público en todo el mundo para iluminar a la gente sobre la prevalencia de suicidio entre las personas trans y sobre los riesgos y pesares de cambio de géneros."
 
 Los primeros pioneros en la cirugía de reasignación de género y los estudios clínicos recientes coinciden en que la mayoría de las personas trans sufren de trastornos psicológicos concomitantes, lo que conduce trágicamente a altos índices de suicidio. La ilegalización de la psicoterapia para las personas trans puede ser políticamente correcto, pero muestra una imprudente indiferencia por la vida humana.

4 de octubre de 1966: El New York Daily News en su sección de farándula informó de una chica visitando los clubes de Manhattan y que admitía haber sido hombre en 1965. Había sido sometida a una operación de cambio de sexo en Baltimore en la clínica de género de la Universidad Johns Hopkins.

En 1979, trece años después, suficientes cirugías de género se habían realizado para evaluar los resultados. Ya era tiempo de tener un informe basado en pacientes reales.

1970: ¿Qué tan efectiva fue la cirugía de cambio? ¿Cuáles fueron los resultados para las personas transgénero?

El primer informe proviene del Dr. Harry Benjamin, un firme defensor de la terapia hormonal en el cambio de género y la cirugía de reasignación de género, que dirigía una clínica privada para los transexuales. De acuerdo con un artículo en el Journal of Gay & Lesbian Mental Health, “En 1972, Benjamin había diagnosticado, tratado, y hecho amistad con al menos un millar de los diez mil estadounidenses se sabe son transexuales”.

El endocrinólogo Carlos Ihlenfeld, colega endocrinólogo del Dr. Benjamín, administró terapia hormonal a unas 500 personas transgénero en un período de seis años en la clínica de Benjamin-hasta que empezó a preocuparse por los resultados. “Hay demasiado descontento entre las personas que se han practicado la cirugía”, dijo. “Muchos de ellos terminan como suicidas. El 80% de los que quieren cambiar su sexo no deberían hacerlo. “Pero incluso para el 20% que pensaba podrían ser buenos candidatos, el cambio de sexo no es, de ninguna manera, una solución para los problemas de la vida. Él piensa que es más como una especie de respiro. “Compra tal vez unos 10 o 15 años de una vida más feliz,” dijo, “y vale la pena por eso”.

Pero entonces, el mismo Ihlenfeld nunca se practicó un “cambio de sexo”. Yo lo hice, y estoy en desacuerdo con él en ese último punto: Ese respiro realmente no vale la pena. Después de que tuviera ese respiro por siete u ocho años, ¿Qué sucedió? Estaba peor que antes. Me veía como una mujer en mis documentos legales, me identificaba como una mujer –sin embargo, me daba cuenta de que al final del “respiro”, yo quería ser un hombre casi tan apasionadamente como alguna vez había anhelado ser una mujer. La recuperación fue difícil.

No obstante, en base a su experiencia en el tratamiento de 500 personas trans, el Dr. Ihlenfeld llegó a la conclusión de que el deseo de cambiar de género muy probablemente se deriva de factores psicológicos potentes. Él afirmó en Transgender Subjectivities: A Clinician’s Guide (Subjetividades Transgénero: Una Guía Clínica), “Lo que sea que haya hecho la cirugía, no llenó un anhelo básico para algo que es difícil de definir. Esto va junto con la idea de que estamos tratando de resolver superficialmente algo que es mucho más profundo. “El Dr. Ihlenfeld dejó la endocrinología en 1975 para comenzar una residencia en psiquiatría.

Hace unos tres años, mientras escribía mi libro Paper Genders (Géneros de papel), tenía curiosidad y llamé al doctor Ihlenfeld para preguntarle si había cambiado de opinión sobre las declaraciones que había hecho en 1979. Ihlenfeld fue amable conmigo en el teléfono y rápidamente dijo que no, no había cambiado de opinión. Es interesante en la atmósfera actual de la corrección política que el Dr. Ihlenfeld, un homosexual, sostiene la opinión de que la cirugía de reasignación de género no es la respuesta para aliviar los factores psicológicos que conducen a la compulsión de cambiar género. Aprecio su honesta evaluación clínica de las pruebas y su negativa a doblar los resultados médicos para adaptarse a un punto de vista político en particular.

A continuación, echemos un vistazo a la Clínica de Género de la Universidad Johns Hopkins, donde la “chica” transexual de la nota de chismes del New York Daily News tuvo su cirugía. El Dr. Paul McHugh se convirtió en director de psiquiatría y ciencias del comportamiento a mediados de la década de los setentas y le pidió al Dr. Jon Meyer, director de la clínica en ese tiempo, llevar a cabo un estudio exhaustivo de los resultados de las personas tratadas en la clínica. McHugh dice,

[Los que se sometieron a cirugía] han cambiado poco en su estado psicológico. Tenían en gran medida los mismos problemas con las relaciones, el trabajo y las emociones que tenían antes. La esperanza de que emergieran de sus dificultades emocionales para florecer psicológicamente no se habían cumplido.

En 2015 me senté frente a Dr. McHugh en su despacho de la Universidad Johns Hopkins y le hice la misma pregunta que le había hecho el Dr. Ihlenfeld: ¿había cambiado de opinión con respecto a los géneros quirúrgicamente hechos? McHugh me dijo que todavía no ha visto una justificación médica para la alteración quirúrgica de los genitales, y que es la obligación de los médicos seguir a la ciencia para ver hacia donde nos conduce, en lugar de ignorar la ciencia para avanzar en lo que es correcto políticamente.

Estos dos médicos poderosos e influyentes fueron los primeros pioneros en el tratamiento de la transexualidad. El Dr. Ihlenfeld es un psiquiatra homosexual; El Dr. Paul McHugh es un psiquiatra heterosexual. Ambos llegaron a la misma conclusión, entonces y ahora: La cirugía no resuelve los problemas psicológicos de los pacientes.

2000: ¿Fueron los factores psicológicos de las clínicas Hopkins y Benjamín apoyadas por estudios posteriores?

Los estudios muestran que la mayoría de las personas trans tienen otros desórdenes psicológicos o morbilidad ocurriendo al mismo tiempo.

Un estudio de 2014 encontró que el 62.7% de los pacientes con diagnóstico de disforia de género tenía al menos un trastorno co-ocurrente, y se encontró a un 33% que tenía trastornos depresivos mayores, vinculados con ideación suicida. Otro estudio de 2014 de cuatro países europeos encontró que casi el 70% de los participantes mostró uno o más trastornos del Eje I, principalmente trastornos afectivos (humor) y de ansiedad.

En 2007, el Departamento de Psiquiatría de la Case Western Reserve University en Cleveland, Ohio, se comprometió a realizar una revisión clínica de los trastornos comórbidos de los últimos 10 pacientes entrevistados en su Clínica de Identidad de género. Ellos encontraron que “el 90% de estos pacientes tenían al menos una otra forma significativa de psicopatología. . . [Incluyendo] problemas del estado de ánimo y la regulación de la ansiedad y la adaptación en el mundo. Dos de los 10 han tenido remordimientos significativos persistentes acerca de sus transiciones anteriores”.

Sin embargo, en el nombre de “derechos civiles”, las leyes se están aprobando en todos los niveles de gobierno para evitar que los pacientes transexuales reciban terapias para diagnosticar y tratar los trastornos mentales co-ocurrentes.

Los autores del estudio de la Case Western Reserve University parecían ver venir esta ola legal cuando dijeron:

Este hallazgo parece estar en marcado contraste con la retórica pública, forense, y profesional de muchos de los que cuidan de adultos transexuales. . . Dar un énfasis a los derechos civiles no es un sustituto para el reconocimiento y el tratamiento de la psicopatología asociada. Los especialistas de identidad de género, a diferencia de los medios de comunicación, tienen que estar preocupados por la mayoría de los pacientes, no sólo los que aparentemente están funcionando bien en su transición.

Como alguien que pasó por la cirugía, estoy totalmente de acuerdo. La política no se mezcla bien con la ciencia. Cuando la política se impone sobre la medicina, los pacientes son los que sufren.

¿Qué hay de los suicidios?

Vamos a conectar los puntos. Las personas transgénero reportan intentos de suicidio en una asombrosa tasa superior al 40%. De acuerdo con Suicide.org, el 90% de todos los suicidios son el resultado de trastornos mentales no tratados. Más del 60% (y, posiblemente, hasta un 90%, como se muestra en Case Western) de las personas trasgénero, padecen trastornos psiquiátricos comórbidos, los cuales frecuentemente quedan completamente sin ser tratados.
¿El tratar con trastornos psiquiátricos subyacentes podría prevenir los suicidios transgénero? Creo que la respuesta es un rotundo “sí”.

La evidencia nos está mirando a la cara. Trágicamente un elevado número de personas transexuales intentan suicidarse. El suicidio es el resultado de los trastornos mentales no tratados. La mayoría de las personas trans sufren de trastornos comórbidos no tratados, sin embargo, contra toda razón, las leyes están siendo promulgadas para evitar su tratamiento.
Escribo desde una profunda preocupación por los hombres y las mujeres transexuales que intentan suicidarse, que no están conformes, y que quieren volver a su género de nacimiento. Los otros –los que parecen funcionar bien en transición, al menos por ahora durante su “respiro” –son celebrados en los medios de comunicación. Pero he oído de otros: los que prefieren permanecer ocultos, que están contemplando el suicidio, cuyas vidas están destrozadas, que han tenido la cirugía, pero que todavía tienen debilitantes cuestiones físicas o psicológicas, aquellos cuyo respiro se ha terminado.

En la década de 1970 y ahora, la cirugía de reasignación de género se realiza de forma rutinaria cuando se solicita. Las personas transgénero son la única población a quienes se les ha permitido hacer su propio diagnóstico de disforia de género únicamente sobre la base de su deseo en realizarse la cirugía de cambio de sexo, y no porque la comunidad médica ha encontrado pruebas objetivas de que es médicamente necesario este tipo de cirugía.

Después de cincuenta años de la intervención quirúrgica en los Estados Unidos, una base científica para el tratamiento quirúrgico de las personas trans no existe todavía. Un grupo de trabajo encargado por la Asociación Americana de Psiquiatría, que hizo una revisión de la literatura sobre el tratamiento del trastorno de identidad de género, en 2012 declaró: “Se determinó que la calidad de evidencia relacionada con la mayoría de los aspectos del tratamiento, en todos los subgrupos, es baja”. En 2004 , la revisión de más de 100 estudios médicos internacionales de transexuales operados no encontraron “evidencia científica sólida de que la cirugía de reasignación de género es clínicamente eficaz”.

Escuchamos los ecos de los pioneros en las clínicas Hopkins y Benjamin y vemos que sus primeras conclusiones confirman estudios actuales, mostrando una y otra vez la existencia de trastornos psiquiátricos y psicológicos en las mentes de los cambiadores de género ¿pero quién está prestando atención?

Escarnio y vilipendio esperan a cualquier persona que se atreva a sugerir que la psicoterapia es necesaria para tratar con eficacia la disforia de género. El Dr. McHugh, el Dr. Ihlenfeld, y otros como ellos muestran una gran integridad cuando plantean públicamente su preocupación por los problemas psicológicos existentes en el género de los cambiadores, y cuando presionan en contra del “enfoque aplastante” de tratamiento que proporciona hormonas y cirugía de reasignación, sin primero buscar un tratamiento menos invasivo y alterador de vida.

Los defensores y los pacientes transgénero temen que, si un psicólogo o un psiquiatra busca demasiado profundo en la psique del paciente, pudiera descubrir la presencia de un trastorno que, si se trata adecuadamente, le quitaría el sueño de cambiar de sexo, una fantasía que nutre la mayor parte de su vida. Vivir en la negación es a menudo un medio de escape, una manera de evitar mirar hacia atrás en los eventos de la primera infancia y hacer el trabajo duro de hacer frente a un pasado doloroso. Las causas de estos trastornos están tan profundamente enterradas, y agitarlas lleva a altos niveles de ansiedad, que modificar la propia identidad y apariencia, aun cuando es algo extremo, parece preferible.

Hace treinta y tres años me sometí a la cirugía de reasignación de género sólo para descubrir que era un alivio temporal, no una solución a los trastornos comórbidos subyacentes. He escrito libros, artículos publicados, y hablado en público en todo el mundo para iluminar a la gente sobre la prevalencia de suicidio entre las personas trans y sobre los riesgos y pesares de cambio de géneros.

Las cadenas de televisión como ABC que exaltan a transgéneros, como Bruce Jenner, en su agitación psicológica, hacen un gran perjuicio a las personas transgénero y a quienes los tratan, negándoles un ambiente seguro en el que aborden las cuestiones más profundas de trastornos comórbidos y el suicidio. Continuar ignorando la historia y las advertencias en los estudios e informes –por más inconvenientes o políticamente incorrectas que puedan parecer, no es una solución para el tratamiento de trastornos psicológicos. Hacer caso omiso de los suicidios no ayudará a prevenirlos. Ilegalizar ciertas intervenciones médicas cuando sabemos que el 90% de los suicidios se deben a trastornos mentales no tratados y que la mayoría de las personas trans padecen trastornos psicológicos coexistentes, no impulsa protocolos de tratamiento efectivos; se apaga la libertad de seguir hacia donde la ciencia conduce.
Permitir que un programa político anule y silencie el proceso científico no evitará los suicidios ni conducirá a mejores tratamientos para esta población. No es compasión; es una indiferencia imprudente hacia la vida de las personas.

Walt Heyer es un autor y orador público con una pasión para ayudar a otros que lamentan el cambio de género. A través de su página web, SexChangeRegret.com , y su blog, WaltHeyer.com, Heyer sensibiliza al público acerca de la incidencia de pesar y las consecuencias trágicas sufridas como resultado. La historia de Heyer se puede leer en forma de novela en Kid Dakota and The Secret at Grandma’s House (El niño de Dakota y el secreto en la casa de la abuela) y en su autobiografía, A Transgender’s Faith (La fe de un Transexual). Otros libros de Heyer incluyen Paper Genders (Géneros de papel) y Gender, Lies and Suicide (Género, mentiras y suicidio).