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sábado, 27 de marzo de 2010

Últimos días de la vida de Jesús en la tierra. 10 de Nisán.

10 de Nisán

Jesús llega temprano al templo. Ayer, no pudo menos que indignarse al ver la flagrante comercialización de la adoración de su Padre, Jehová Dios. Con gran celo, pues, se pone a echar del templo a los que compran y venden en él. Luego vuelca las mesas de los avaros cambistas y los bancos de quienes venden palomas. “Está escrito —exclama Jesús—: ‘Mi casa será llamada casa de oración’, pero ustedes la hacen cueva de salteadores.” (Mateo 21:12, 13.)

Los sacerdotes principales, los escribas y los hombres más prominentes no soportan las acciones y la enseñanza pública de Jesús. ¡Cómo ansían darle muerte! Pero se retienen a causa de la muchedumbre, pues el pueblo está atónito ante su enseñanza y sigue “colgándose de él para oírle” (Lucas 19:47, 48). Al acercarse la noche, Jesús y sus compañeros disfrutan de la agradable caminata de regreso a Betania, donde descansarán hasta el día siguiente.


LECTURA BIBLICA SUGERIDA 10 DE NISAN
Juan 12:20-50
 

20 Ahora bien, había unos griegos entre los que habían subido a adorar en la fiesta. 21 Estos, pues, se acercaron a Felipe, que era de Betsaida de Galilea, y empezaron a solicitarle, diciendo: “Señor, queremos ver a Jesús”. 22 Felipe vino y se lo dijo a Andrés. Andrés y Felipe vinieron y se lo dijeron a Jesús.

23 Pero Jesús les contestó, y dijo: “Ha llegado la hora para que el Hijo del hombre sea glorificado. 24 Muy verdaderamente les digo: A menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, permanece un solo [grano]; pero si muere, entonces lleva mucho fruto. 25 El que tiene afecto a su alma la destruye, pero el que odia su alma en este mundo la resguardará para vida eterna. 26 Si alguien quiere ministrarme, sígame, y donde yo esté, allí también estará mi ministro. Si alguien quiere ministrarme, el Padre lo honrará. 27 Ahora mi alma está perturbada, ¿y qué diré? Padre, sálvame de esta hora. No obstante, por esto he venido a esta hora. 28 Padre, glorifica tu nombre”. Luego vino una voz del cielo: “[Lo] glorifiqué, y también [lo] glorificaré de nuevo”.

29 Por lo tanto, la muchedumbre que estaba de pie por allí y lo oyó empezó a decir que había tronado. Otros empezaron a decir: “Un ángel le ha hablado”. 30 En respuesta, Jesús dijo: “Esta voz ha ocurrido, no por mí, sino por ustedes. 31 Ahora se somete a juicio a este mundo; ahora el gobernante de este mundo será echado fuera. 32 Y sin embargo yo, si soy alzado de la tierra, atraeré a mí a hombres de toda clase”. 33 Esto realmente lo decía para significar qué clase de muerte estaba para morir. 34 Por lo tanto la muchedumbre le contestó: “Nosotros oímos, de la Ley, que el Cristo permanece para siempre; ¿y cómo es que dices tú que el Hijo del hombre tiene que ser alzado? ¿Quién es este Hijo del hombre?”. 35 Entonces Jesús les dijo: “La luz estará entre ustedes un poco de tiempo todavía. Anden mientras tienen la luz, para que la oscuridad no los subyugue; y el que anda en la oscuridad no sabe adónde va. 36 Mientras tienen la luz, ejerzan fe en la luz, para que lleguen a ser hijos de la luz”.

Jesús habló estas cosas y se fue y se escondió de ellos. 37 Pero aunque había ejecutado tantas señales delante de ellos, no ponían fe en él, 38 de modo que se cumplió la palabra de Isaías el profeta, que él dijo: “Jehová, ¿quién ha puesto fe en la cosa oída por nosotros? Y en cuanto al brazo de Jehová, ¿a quién ha sido revelado?”. 39 La razón por la cual no podían creer es que otra vez dijo Isaías: 40 “Él les ha cegado los ojos y ha hecho duro su corazón, para que no vean con los ojos y capten la idea con su corazón y se vuelvan y yo los sane”. 41 Isaías dijo estas cosas porque vio su gloria, y habló de él. 42 Con todo, hasta de los gobernantes muchos realmente pusieron fe en él, pero a causa de los fariseos no [lo] confesaban, para no ser expulsados de la sinagoga; 43 porque amaban la gloria de los hombres más que la misma gloria de Dios.

44 Sin embargo, Jesús clamó y dijo: “El que pone fe en mí, no pone fe en mí [solamente], sino [también] en el que me ha enviado; 45 y el que me contempla, contempla [también] al que me ha enviado. 46 Yo he venido como luz al mundo, para que todo el que pone fe en mí no permanezca en la oscuridad. 47 Pero si alguien oye mis dichos y no los guarda, yo no lo juzgo; porque no vine para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. 48 El que me desatiende y no recibe mis dichos tiene quien lo juzgue. La palabra que he hablado es lo que lo juzgará en el último día; 49 porque no he hablado de mi propio impulso, sino que el Padre mismo, que me ha enviado, me ha dado mandamiento en cuanto a qué decir y qué hablar. 50 También, sé que su mandamiento significa vida eterna. Por lo tanto, las cosas que hablo, así como el Padre me [las] ha dicho, así [las] hablo”.


 

Publicado en La Atalaya del 15 de marzo de 1998
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