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sábado, 27 de marzo de 2010

Últimos días de la vida de Jesús en la tierra. 9 de Nisán.

Es el séptimo día del mes judío de Nisán del año 33 E.C. Imagínese que usted está observando lo que sucede en la provincia romana de Judea. Jesús y sus discípulos han salido de Jericó, una ciudad de exuberante vegetación, y suben con dificultad por un camino polvoriento y serpenteante. Como ellos, muchos viajeros más van rumbo a Jerusalén con ocasión de la celebración anual de la Pascua. Sin embargo, los discípulos de Cristo están pensando en algo más que en esta agotadora caminata.


Los judíos anhelan un Mesías que los libre del yugo romano. Muchos consideran que Jesús de Nazaret es ese Salvador por tanto tiempo esperado. Durante tres años y medio se ha dedicado a hablar del Reino de Dios. Ha curado a los enfermos y ha alimentado a los hambrientos. En efecto, ha consolado a la gente. Pero a los caudillos religiosos los irrita la dura denuncia que Jesús hace de ellos, y están desesperados por darle muerte. Aun así, allá va subiendo por el reseco camino delante de sus discípulos con aire resuelto (Marcos 10:32).


Mientras el Sol se pone detrás del monte de los Olivos, Jesús y sus compañeros llegan al pueblo de Betania, donde pasarán las siguientes seis noches. Allí los reciben sus amados amigos Lázaro, María y Marta. El fresco anochecer les alivia del calor del viaje y señala el inicio del sábado 8 de Nisán (Juan 12:1, 2).

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9 de Nisán




Después del sábado, hay mucho movimiento en Jerusalén. Miles de visitantes ya han llegado a la ciudad para observar la Pascua. Pero hay más bullicio del acostumbrado en esta época del año. Multitudes curiosas caminan a toda prisa por las estrechas calles que conducen a las puertas de la ciudad. Cuando logran abrirse paso por las abarrotadas puertas, ¡qué vista les espera! Muchas personas, radiantes de alegría, vienen bajando del monte de los Olivos por el camino de Betfagué (Lucas 19:37). ¿Qué significa toda esta actividad?


¡Miren! Jesús de Nazaret viene montado sobre un pollino de asna. La gente tiende sus prendas de vestir en el camino delante de él, mece palmas recién cortadas y grita con gozo: “¡Bendito es el que viene en el nombre de Jehová, sí, el rey de Israel!” (Juan 12:12-15).


Al acercarse la multitud a Jerusalén, Jesús mira la ciudad y se conmueve profundamente. Se pone a llorar, y lo escuchamos predecir su destrucción. Cuando, poco después, llega al templo, enseña a las muchedumbres y sana a los ciegos y los cojos que acuden a él (Mateo 21:14; Lucas 19:41-44, 47).


Estos sucesos no pasan inadvertidos para los sacerdotes principales y los escribas. ¡Cómo los irrita ver las obras maravillosas de Jesús y el júbilo de las muchedumbres! Los fariseos, incapaces de ocultar su indignación, exigen: “Maestro, reprende a tus discípulos”. “Les digo —contesta Jesús—: Si estos permanecieran callados, las piedras clamarían.” Antes de irse, Jesús observa los tratos comerciales que se efectúan en el templo (Lucas 19:39, 40; Mateo 21:15, 16; Marcos 11:11).


LECTURA BIBLICA SUGERIDA 9 DE NISAN
Juan 12:12-19


12 Al día siguiente la gran muchedumbre que había venido a la fiesta, al oír que Jesús venía a Jerusalén, 13 tomaron ramas de palmeras y salieron a su encuentro. Y se pusieron a gritar: “¡Salva, te rogamos! ¡Bendito es el que viene en el nombre de Jehová, sí, el rey de Israel!”. 14 Pero Jesús, habiendo hallado un asnillo, se sentó sobre él, así como está escrito: 15 “No temas, hija de Sión. ¡Mira! Tu rey viene, sentado sobre un pollino de asna”. 16 Al principio sus discípulos no se fijaron en estas cosas, pero cuando Jesús fue glorificado, entonces recordaron que estas cosas estaban escritas respecto a él, y que le habían hecho estas cosas.

17 En efecto, la muchedumbre que estaba con él cuando él llamó a Lázaro de la tumba conmemorativa y lo levantó de entre los muertos siguió dando testimonio. 18 A causa de esto también salió a su encuentro la muchedumbre, porque oyeron que había ejecutado esta señal. 19 Por lo tanto, los fariseos dijeron entre sí: “Observan que ustedes no logran absolutamente nada. ¡Miren! El mundo se ha ido tras él”.


Publicado en La Atalaya del 15 de marzo de 1998
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